La cirugía de espalda no suele ser la primera opción para tratar el dolor de espalda. La mayoría de los casos mejoran con tratamientos como la fisioterapia, los medicamentos o los cambios en el estilo de vida. Sin embargo, cuando el dolor es intenso, dura mucho tiempo o afecta las actividades diarias, es posible que sea necesaria una cirugía.
Las personas pueden considerar la posibilidad de operarse la espalda si el dolor se extiende a las piernas, causa debilidad o si presentan entumecimiento y dificultad para caminar. Estos síntomas suelen indicar problemas, como la compresión de los nervios o problemas con la estructura de la columna vertebral, que los tratamientos no quirúrgicos no pueden solucionar.
La decisión sobre la cirugía implica comprender los riesgos y beneficios y consultar con un especialista en columna. Una evaluación cuidadosa puede ayudar a determinar si la cirugía es la mejor opción para aliviar el dolor y mejorar la función.
Ciertos síntomas sugieren que podría ser necesaria una cirugía de espalda, especialmente cuando los tratamientos no quirúrgicos no ayudan. Estos incluyen el dolor continuo, los problemas relacionados con los nervios y los problemas con el movimiento o la función.
El dolor de espalda persistente que dura más de seis a doce semanas a pesar de los tratamientos como la fisioterapia, la medicación y el descanso es un indicador fuerte que la cirugía puede ser necesaria. Este dolor suele afectar la parte inferior de la espalda, pero también puede afectar a la parte media o superior de la columna vertebral.
Si el dolor sigue siendo intenso e implacable, puede indicar problemas subyacentes, como hernias de disco o espolones óseos que comprimen los nervios espinales. Los métodos conservadores se centran en el tratamiento y la curación del dolor, pero la falta de mejora indica que la compresión nerviosa podría estar causando un daño duradero. En estos casos, un especialista en columna vertebral puede evaluar si la cirugía podría aliviar la presión y el dolor.
El entumecimiento, el hormigueo o la debilidad en los brazos o las piernas suelen indicar una compresión nerviosa en la columna vertebral. Estos síntomas se presentan cuando se pellizcan los nervios de la columna vertebral, por lo general debido a hernias discales o a crecimientos óseos excesivos denominados espolones.
Esta compresión nerviosa puede afectar la sensibilidad y provocar una sensación de «hormigueo» o pérdida de sensibilidad en las extremidades. La debilidad muscular también es frecuente y puede provocar dificultades para levantar objetos o mantener el equilibrio. Estos signos sugieren que los nervios no funcionan correctamente y requieren una evaluación por parte de un especialista en columna vertebral para evitar un daño permanente.
El dolor que se irradia desde la espalda hacia los brazos o las piernas puede ser un signo de afectación del nervio espinal. Este dolor que se irradia suele ser agudo, ardiente o punzante y, por lo general, sigue la trayectoria del nervio afectado.
Afecciones como las hernias discales o la estenosis espinal (espacios estrechos en la columna vertebral) pueden ejercer presión sobre los nervios que van a las extremidades. Por lo general, este tipo de dolor es peor que el dolor de espalda localizado y es menos probable que mejore sin tratamiento. Si este dolor empeora o persiste a pesar de los esfuerzos de control del dolor, es posible que sea necesaria una cirugía para eliminar la causa de la compresión nerviosa.
Cuando los problemas de espalda provocan la pérdida de la función o la limitación del movimiento, puede estar indicada la cirugía. Esto puede incluir dificultad para caminar, permanecer de pie durante períodos prolongados o realizar tareas diarias sin dolor.
La movilidad reducida a menudo es el resultado de daños en los nervios o problemas estructurales en la columna vertebral que restringen el movimiento. Si una persona no puede realizar actividades normales, como trabajar en el jardín o conducir, debido al dolor de espalda, debe consultar a un especialista en columna vertebral. La cirugía tiene como objetivo restaurar la función aliviando la presión sobre los nervios y estabilizando la columna vertebral cuando otros tratamientos han fallado.
La cirugía de espalda con frecuencia se considera cuando problemas específicos de la columna vertebral causan dolor intenso o problemas nerviosos que no mejoran con otros tratamientos. Estas afecciones suelen implicar daño o presión sobre los nervios, inestabilidad o problemas estructurales graves en la columna vertebral.
Una hernia de disco ocurre cuando el gel blando interno de un disco espinal atraviesa un desgarro en la dura capa externa. Esto puede ejercer presión sobre los nervios cercanos y provocar dolor, entumecimiento o debilidad, especialmente en las piernas o los brazos. Los síntomas varían según el nervio afectado.
Los signos comunes incluyen dolor agudo o ardiente que se extiende hacia abajo en una extremidad, debilidad muscular y hormigueo. Si los síntomas persisten durante semanas y no mejoran con el reposo o los medicamentos, es posible que sea necesaria una cirugía para aliviar la presión sobre los nervios. Las opciones quirúrgicas, como la discectomía, tienen como objetivo extirpar la parte dañada del disco para reducir la irritación nerviosa.
La estenosis espinal es el estrechamiento de los espacios de la columna vertebral, a menudo a causa de espolones óseos o artrosis. Este estrechamiento ejerce presión sobre la médula espinal o los nervios. Las personas con estenosis pueden sentir dolor, entumecimiento o debilidad en las piernas, que con frecuencia empeoran al caminar o ponerse de pie.
Esta afección puede causar problemas de equilibrio y movilidad y, en casos graves, puede provocar entumecimiento o incontinencia. La cirugía, como la laminectomía, extirpa parte del hueso para crear más espacio y aliviar la compresión nerviosa. Cuando el dolor o la debilidad de los nervios persisten a pesar de otros tratamientos, por lo general se considera la cirugía.
Los tumores en la columna vertebral pueden ser cancerosos o no cancerosos y pueden ejercer presión sobre la médula espinal o los nervios, lo que provoca dolor, debilidad o pérdida de la función. Las infecciones, como la discitis o la osteomielitis, pueden destruir los huesos y los discos, lo que provoca dolor intenso y síntomas neurológicos.
Las fracturas por traumatismos u osteoporosis debilitan las vértebras de la columna vertebral y, a veces, causan daño a los nervios o colapso de la columna vertebral. Es posible que sea necesaria una cirugía para extirpar tumores, drenar infecciones o estabilizar fracturas. Las infecciones requieren un diagnóstico y un tratamiento cuidadosos para evitar daños mayores. La cirugía con frecuencia tiene como objetivo aliviar la presión y restablecer la estabilidad de la columna vertebral.
El tratamiento del dolor de espalda con frecuencia comienza con opciones que reducen el dolor sin necesidad de cirugía. Cuando estos métodos fallan o la afección empeora, se puede considerar la cirugía. La decisión entre tratamientos implica comprender los objetivos, los riesgos y los beneficios esperados de la atención quirúrgica y no quirúrgica.
El tratamiento conservador generalmente incluye fisioterapia, medicamentos para aliviar el dolor y cambios en el estilo de vida. La fisioterapia se centra en fortalecer los músculos que sostienen la columna vertebral, mejorar la flexibilidad y reducir el dolor. Con frecuencia, se requieren al menos seis sesiones para lograr beneficios significativos.
Los cambios en el estilo de vida, como el ejercicio regular de bajo impacto, el control del peso y evitar estar sentado durante mucho tiempo, pueden ayudar a reducir los síntomas. Los analgésicos y antiinflamatorios no opioides se utilizan con frecuencia para controlar el dolor durante esta fase.
Estos enfoques conllevan menos riesgos que la cirugía y alientan a los pacientes a desempeñar un papel activo en su recuperación. En muchos casos, los cuidados conservadores pueden retrasar o eliminar la necesidad de una intervención quirúrgica. Sin embargo, si el dolor persiste o los síntomas neurológicos empeoran, es posible que sea necesario considerar otras opciones.
La cirugía suele estar indicada si los tratamientos no quirúrgicos no logran aliviar el dolor intenso o si el paciente tiene problemas neurológicos como debilidad o pérdida del control de la vejiga. Las afecciones como las hernias discales, la estenosis espinal o las vértebras inestables pueden requerir una intervención quirúrgica.
Los signos comunes de la cirugía incluyen dolor persistente que afecta la vida diaria y imágenes claras que muestran la compresión nerviosa. Los casos graves en los que la médula espinal o los nervios están en riesgo también justifican la cirugía.
La cirugía de espalda tiene como objetivo aliviar la presión sobre los nervios, estabilizar la columna vertebral y mejorar la función. El objetivo es reducir el dolor y, al mismo tiempo, abordar los problemas estructurales que la atención no quirúrgica no puede solucionar.
Las opciones quirúrgicas varían según el problema espinal específico. A discectomía extrae parte de un disco dañado para aliviar la presión nerviosa. A laminectomía implica la extirpación de una sección de la vértebra para ensanchar el canal espinal y aliviar la compresión nerviosa. Fusión espinal une dos o más vértebras adyacentes para detener el movimiento doloroso.
La elección depende de la causa, la ubicación y la gravedad del problema. Los cirujanos como el Dr. Mangino consideran la salud del paciente, el nivel de actividad y los objetivos de recuperación.
Cada procedimiento tiene riesgos, como infección, daño a los nervios o afectar las vértebras adyacentes. La planificación de la cirugía tiene como objetivo maximizar el alivio y la función del dolor y, al mismo tiempo, minimizar las complicaciones.
La cirugía de espalda implica sopesar cuidadosamente los posibles riesgos, beneficios y el proceso de recuperación. El éxito depende del tipo de cirugía y del estado del paciente, y comprender estos factores ayuda a tomar decisiones informadas.
La cirugía de espalda conlleva riesgos quirúrgicos comunes, como hemorragias, infecciones y coágulos de sangre. El daño a los nervios y el dolor en el sitio de la cirugía también son motivo de preocupación, ya que son específicos de los procedimientos de la columna vertebral.
Es posible que la artrodesis espinal no siempre produzca la cicatrización sólida de los huesos, una afección llamada seudoartrosis, que puede requerir otra cirugía. La parálisis es extremadamente poco frecuente, especialmente en las cirugías de la parte inferior de la espalda en las que la médula espinal no se extiende.
Los pacientes también deben tener en cuenta que los implantes, como varillas o tornillos, a veces pueden moverse o romperse, y es posible que sea necesario reemplazarlos. La selección cuidadosa de los candidatos y las técnicas quirúrgicas ayudan a reducir estos riesgos.
La mayoría de los pacientes experimentan un alivio significativo del dolor después de la cirugía de espalda, especialmente si la compresión nerviosa causó síntomas como dolor o entumecimiento en las piernas. Las cirugías como la discectomía y la fusión espinal tienen como objetivo estabilizar la columna vertebral y aliviar la presión sobre los nervios.
Puede persistir algo de rigidez o molestia, especialmente alrededor de las secciones fusionadas de la columna vertebral. El alivio del dolor puede variar si el daño es grave o si se produce una degeneración continua.
Las técnicas mínimamente invasivas suelen mejorar los resultados al limitar el daño muscular y tisular, lo que puede ayudar a los pacientes a volver a sus actividades normales más rápido.
Los tiempos de recuperación varían según el tipo de cirugía. Por ejemplo, una laminectomía puede tardar de 3 a 4 meses en cicatrizar, con una recuperación total de hasta un año.
La fisioterapia es importante para recuperar la fuerza y la flexibilidad, centrándose en ejercicios como la isometría para estabilizar la columna vertebral.
Los pacientes suelen pasar menos tiempo en el hospital con métodos mínimamente invasivos y es posible que regresen al trabajo antes. El control del peso y los ajustes de actividad también favorecen la recuperación a largo plazo.
Seguir los protocolos posoperatorios reduce considerablemente las complicaciones y mejora los resultados generales.
La cirugía de espalda se considera cuando los síntomas o afecciones específicos afectan la vida diaria y no mejoran con otros tratamientos. El éxito depende del tipo de cirugía y del estado general de salud del paciente. Los riesgos varían, pero deben sopesarse cuidadosamente con respecto a los posibles beneficios.
La cirugía de espalda con frecuencia se recomienda para el dolor nervioso intenso causado por hernias discales o espolones óseos que pellizcan los nervios. También se considera cuando el dolor es incapacitante o cuando los tratamientos conservadores, como los medicamentos y la fisioterapia, fallan. La cirugía puede tratar problemas como la estenosis espinal o la enfermedad degenerativa del disco.
Las tasas de éxito dependen del procedimiento específico y de los factores del paciente. La discectomía y la laminectomía suelen aliviar bien el dolor nervioso, pero el dolor de espalda puede persistir. Las cirugías de fusión tienen como objetivo estabilizar la columna vertebral, pero tienen una recuperación más prolongada. Los reemplazos de discos artificiales pueden preservar el movimiento y reducir el dolor en algunos pacientes.
La edad aumenta el riesgo de complicaciones y el tiempo de recuperación. Los cirujanos revisan el estado general de salud, la calidad ósea y otras afecciones médicas antes de recomendar la cirugía. Los procedimientos mínimamente invasivos o los tratamientos no quirúrgicos suelen preferirse para los adultos mayores, a menos que los síntomas graves justifiquen la cirugía.
Los riesgos incluyen la infección, el sangrado, el daño a los nervios y la falta de alivio de los síntomas. Algunos pacientes siguen sintiendo dolor de espalda incluso después de la cirugía. Puede haber problemas a largo plazo, como inestabilidad de la columna vertebral o fallos de hardware. La evaluación cuidadosa del paciente ayuda a reducir estos riesgos.
La cirugía se considera cuando el dolor limita gravemente las actividades diarias y no mejora después de meses de tratamiento no quirúrgico. Las pruebas de diagnóstico por imágenes ayudan a identificar los problemas estructurales, pero los síntomas deben coincidir con los hallazgos. Con frecuencia se recomienda una segunda opinión de un especialista en columna vertebral antes de continuar.